LA ESCULTURA MONUMENTAL DE GABRIEL CRUZ MARCOS.

Existe, siempre ha existido, una relación íntima, cordial, entre Cruz Marcos y el paisaje. Cruz Marcos desde su juventud ha sentido el paisaje como inspiración y motivo escultórico.

Históricamente, el paisaje, los paisajes en su diversidad de fisonomías, han sido vistos y se han constituido como escenarios posibles y gratos donde plantar escultura, entendida ésta como estatuaria y monumental. El monumento acaba alzándose como símbolo de identidad representativo de lo colectivo, así, convertido en emblema, viene a ocupar espacios privilegiados como son plazas, parques o jardines. Estas ubicaciones acaban dotando al espacio paisajístico -objeto de intervención- de un carácter propio, trasunto éste que podemos apreciar con claridad en la plaza de la Concepción : su fisonomía se vio profundamente alterada con la planta de la escultura monumental, sobre bien definido pedestal, dedicado a la beata sor Beatriz de Silva. En esta obra, Cruz Marcos da cuenta de su maestría metalista, pues, si en una primera mirada deducimos que se trata de un trabajo de vaciado en bronce, una visión atenta nos permite descubrir lo equivocado de nuestro juicio, pues, vaciados en bronce son la faz y las manos, no la totalidad del volumen, modelado éste batiendo la plancha de latón.

El trato que otorga Cruz Marcos a los diversos materiales, su mezcla, su calidez final, la palpitación que otorga al hierro, son características definitorias de su estilo. Este variado modo y trato al material, su fusión, tiene como exponente mas explícito la escultura de Pablo Iglesias plantada en el patio del edificio Lorenzana, directamente sobre el enlosado, sin pedestal, cosa que no resta un ápice a su valor representativo. La negación de pedestal sitúa a Cruz Marcos a la vera de las vanguardias históricas que, como es bien sabido, desplazan la representación figurativa anclada en el binomio estatua-monumento hacia las relaciones de volumen-masa y espacio, planteamiento éste, que Cruz Marcos asume con naturalidad en la última de sus esculturas ubicada en suelo toledano. La escultura de La Cava cede en su valor de referente directo, de símbolo, al tiempo que asume unos códigos que, si bien a escalas diferentes y objetivos divergentes, son comunes a la arquitectura : la comprensión, el acotamiento y la delimitación del espacio. Así, cediendo en su valor de referente, deviene en signo. Signo contenido, sin alharacas, signo férreo anclado con vocación de vuelo, bucle moderno en rostro antiguo, que suma, oxigena la redondez plástica de tan señero paisaje.

Las tres esculturas mencionadas anteriormente están ubicadas en la ciudad de Toledo y, en mayor o menor medida, las características del encargo condicionan su discurso formal.

En sus obras “Orígenes”, plantada en el Paseo de Alparrache de Navalcarnero, y “ Tesón, voluntad, energía, fuerza” erguida en el polígono industrial Cándido Zamora de Talavera de la Reina, Cruz Marcos goza de libertad absoluta al no sentirse constreñido por las condiciones del encargo, posibilitando esta carencia de imposiciones formales, dos discursos diferentes y complementarios, pues, si bien “Orígenes” parece tener su impulso y raíz en la libido, “Tesón, voluntad, energía, fuerza” parece tenerla en su contrario tánatos; libido y tánatos como pulso de su quehacer artístico y creativo.

“Orígenes”, merced al vacío ( siguiendo la estela de Henry Moore) que conforma su desarrollo y definición formal, se funde con el paseo urbano ajardinado donde se planta, sumando, posibilitando junto a la vegetación y otras esculturas , la concepción, función y definición del espacio como lugar de encuentro, ágora, plaza ciudadana.

“Tesón, voluntad, energía, fuerza” está destinada a convertirse en referente directo de un espacio urbano en principio amorfo, ( como por lo general percibimos los espacios destinados a polígonos industriales donde prima la funcionalidad mecánica) dotándolo de personalidad y alzándose como signo-símbolo a la vez poderoso y contenido.

Daniel Santillana

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